Ética profesional y
encuestas
Paul Valdés
Para algunos, las
encuestas fallaron en la pasada elección presidencial mexicana del 1 de julio,
otros las defienden argumentando que las encuestas diagnostican, pero no
pronostican resultados. De acuerdo a Ulises Beltrán, el promedio de error de
las encuestas publicadas respecto al candidato ganador fue de 6.8, en tanto que
en Estados Unidos es de .9. Lo que no sabemos es si el cálculo se basa en
preferencias brutas o efectivas.
Si calculamos la
diferencia entre el primero y el segundo lugar, el error aumentará. Es
pertinente señalar que el riesgo de fallar en un sistema bipartidista y
consolidado como el norteamericano es menor que en una democracia
pluripartidista y en proceso de consolidación como la mexicana.
Lo que es un hecho,
es que en 2012 se registró el mayor número de encuestas publicadas, y su
impacto mediático fue mayor que en el pasado. Churchill afirmaba que la opinión
pública no existe, que lo que existe es la opinión publicada. De ahí, la
importancia de aplicar un estándar en materia de difusión de encuestas, el cual
existe, y está aprobado por las principales asociaciones de investigación en
opinión pública y mercado. Como cualquier principio, es importante conocerlo,
pero resulta más importante aplicarlo.
La Asociación
Americana de Investigadores de Opinión Pública (AAPOR) surgió en 1947, como una
de las primeras asociaciones en la materia a nivel global. Paralelamente surgió
la Asociación Mundial (WAPOR), y posteriormente ESOMAR en Europa. La asociación
mexicana (AMAI) surge en 1992.
La última revisión
del código de ética profesional de AAPOR se realizó en mayo de 2012. El
cumplimiento de las obligaciones y principios de este código redundarán en beneficio y credibilidad de la industria de la
investigación. El código se divide en tres apartados principales. Los principios
y responsabilidades están dirigidos hacia la población entrevistada, hacia los
clientes, hacia el público, y hacia la profesión.
El segundo apartado
contempla los principios profesionales. El tercer apartado se enfoca en los
estándares para la difusión de resultados, los cuales se orientan a la difusión
de la ficha técnica, y la publicación de preferencias brutas y efectivas.
Si hablamos de
errores u omisiones de las encuestas, tenemos que enfocarnos en la forma de
presentar resultados. La mayoría de las encuestas publicadas reportaron
preferencias efectivas descontando el nivel de indecisos, lo cuál termino
sobreestimando al puntero en detrimento de sus seguidores.
La opinión pública
debe identificar claramente cuando se están reportando preferencias efectivas,
y preferencias brutas. Un ejemplo de esto, es lo publicado en la página 43 de
la revista Campaigns and elections en español de julio-agosto 2012, en donde se
destacan los márgenes de diferencia entre las encuestas publicadas y los
resultados oficiales sobre el candidato ganador. De los datos de las 5
encuestas, 4 de ellas presentan preferencias efectivas, y suman el 100%, y la
encuestadora que resulta más precisa (con diferencia de .3 respecto al ganador)
reporta preferencias brutas, pero no difunde el nivel de indefinidos, por lo
que sus totales suman 86.4 puntos. Resulta evidente la necesidad de una fe de
erratas en la próxima edición. ¿Hablamos de preferencias brutas, efectivas, o
el ajuste a posteriori, la medida de las circunstancias?. ¿Queremos ver la
realidad o solo una parte de ella?.
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